Es difícil imaginar un sarcasmo más siniestro que el de aquel lema que coronaba el acceso a los campos de exterminio del régimen nazi: Arbeit macht frei. Cuando ves la frase en la entrada de Auschwitz, aunque no sepas una papa de alemán, se te encoge el alma; El trabajo te hace libre, no cabe mayor infamia en semejante escenario. El eslogan, sin embargo, no era un invento del Tercer Reich; el autor fue un escritor nacionalista que medio siglo antes tituló así una de sus novelas y, ya en los años 20, la República de Weimar lo usaría para impulsar su política de grandes infraestructuras contra el desempleo. De no haber sufrido el uso demoniaco que le dieron los nazis, habría sido una buena consigna universal para ensalzar el compromiso con el trabajo y los valores profesionales.
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