El reto de viajar teniendo discapacidad

<p>Viajar enriquece en muchos sentidos. Te enseña, te despeja y resetea. Conocer otros entornos y culturas es un disfrute y también alimento. <b>Viajar, no obstante, supone con demasiada frecuencia un reto, incluso un imposible, para demasiadas personas con <a href=”https://www.20minutos.es/minuteca/discapacidad/” title=”Discapacidad”>discapacidad</a> y para sus familias</b>. No es solo ya que haya destinos y actividades inalcanzables, por sus costes y exigencias, es que incluso en aquellos viajes que deberían ser factibles, falta información y adaptaciones. <b>Falta voluntad y toca arriesgarse a vivir una mala experiencia o quedarse en casa, sin más. </b></p><p>Mi hijo mayor tiene <a href=”https://www.20minutos.es/minuteca/autismo/” title=”Autismo”>autismo</a> y <a href=”https://www.20minutos.es/minuteca/discapacidad-intelectual/” title=”Discapacidad intelectual”>discapacidad intelectual</a>. Hace un puñado de años, antes de esa pandemia que ya apenas recordamos, acudí a una presentación de una importante empresa que quería publicitar sus cruceros familiares. <b>Contaban maravillas del servicio de guardería, de todo el entretenimiento </b>en forma de películas y juegos que tenían disponibles para los niños y para que sus padres pudieran dedicarse al disfrute adulto. <b>No pude evitar levantar la mano y preguntar si podrían asumir el cuidado de un niño como el mío</b>, que requiere supervisión constante, una persona permanentemente atenta para que se integrase con el resto de niños y no se fugase o tuviese un accidente. <b>Por supuesto que no.</b> Demasiada responsabilidad, demasiada inversión. Los barcos contaban con todas las rampas y ascensores necesarios, también con camarotes adaptados. Por supuesto, la ley les obliga. Pero <b>ni se habían parado a pensar en la accesibilidad cognitiva. </b></p><p>Pasa en hoteles, en aviones, en parques temáticos, en excursiones organizadas y actividades variopintas. Ningún ámbito turístico se libra. </p><p>Si pese a la mucha normativa existente respecto a la accesibilidad física aún es frecuente encontrar problemas en forma de edificios mal adaptados, rampas y giros imposibles o cuartos de baños para personas con discapacidad convertidos en almacenes, por ejemplo, <b>que se piense en pictogramas, personal preparado y ratios adaptadas</b> para clientes como mi hijo en hoteles, actividades de ocio, aeropuertos o restaurantes <b>es poco menos que milagroso y de aplaudir cuando sucede.</b></p><p>Cuando preguntas a un operador si hay mucho tiempo de espera en las excursiones o si es posible que te aseguren un lugar tranquilo para comer en el bufet del hotel o una habitación en la que, si tu hijo despierta chillando, no moleste al resto de turistas,<b> normalmente recibes la callada por respuesta seguida de mucha amabilidad pero poca información</b>: “Yo creo que sí”, “déjame que te lo pregunte”, “nunca ha habido ningún problema”.</p><p>Conozco a demasiadas familias que ya no van de vacaciones o limitan mucho sus escapadas por miedo a lo que puedan encontrarse, a no encajar en el destino planificado. <b>Necesitamos más y mejor información por parte de todo el sector turístico</b> a la hora de planificar nuestros viajes,<b> un sector que tiene que asumir su responsabilidad social en este terreno</b> y que la discapacidad es muy diversa, por lo que sus requerimientos van mucho más allá de atenerse a la normativa imperante.</p><p><b>También tenemos mucho que trabajar desde dentro de las familias</b> en las que hay discapacidad. Superar miedos, atreverse, huir de la sobreprotección, idear estrategias como anticipar lo que se va a hacer, buscar las horas y días y lugares más adecuados, pedir ayuda, organizar lo mejor posible el viaje y asumir que no siempre todo saldrá como deseamos. Merece la pena. <b>No queremos quedarnos en casa. Pero no podemos cambiar el mundo solos. </b></p>