Votar a ciegas

<p>Esta noche, a las 12, se hará el silencio. A esa hora <b>acabará una campaña electoral que parecía no acabar nunca</b>. Solapada con la anterior de municipales y autonómicas, la del 23-J está resultando tan cansina que ha terminado por hacerse bola en el digestivo social. Y es que a pesar de ser elecciones para instituciones distintas los mensajes emitidos a uno y otro lado del espectro político <b>apenas difieren de los de la campaña del 28-M</b>, de manera que venimos escuchando casi lo mismo desde hace tres meses. Hoy a medianoche acabará la letanía y, como diría un crupier francés, <i>rien ne va plus</i>, “no va más”. </p><p>Esa frase, que comenzaron a usar los crupieres en el siglo XVI, resulta oportuna porque su pretensión era la de acabar con las dudas de los apostadores y apurarles para que tomarán una decisión. Es justo lo que habrán de hacer <b>los muchos indecisos que aún hoy dudan si acudir el domingo a su colegio electoral y, de hacerlo, a quién votar.</b> En su última apuesta puede estar la clave de la gobernabilidad de este país.</p><p>Aunque nos juguemos mucho en las urnas, los comicios generales no son un juego de azar como algunos estrategas políticos parecen creer. Lo que hemos oído en esta campaña <b>dista mucho de ser edificante para el sistema democrático</b>, que, con todos sus defectos, sigue siendo el menos malo de todos los métodos para organizar la convivencia. Plantear la confrontación de ideas, ya sea en debates o intervenciones públicas, como un combate de boxeo donde se trata de golpear al contrario y ocasionarle el mayor daño posible puede resultar útil para ganar unas elecciones, pero no para los ciudadanos a los que se deben. </p><p>En este sentido, el cara a cara entre los dos principales candidatos fue <b>la prueba palmaria de esa deriva indeseable</b>. Ambos se intercambiaron golpes, con mayor fortuna para el aspirante opositor, pero se olvidaron de intentar siquiera ilusionar a la gente con su proyecto de gobierno. Demostrar quién es el más duro, ya sea en los mítines o en un plató de televisión, y quién insulta más al contrario o miente mejor no resuelve ni afronta los problemas y retos que se le plantean a España. Lo útil habría sido<b> contrastar los programas electorales con los pros y los contras de cada uno</b> para que la gente tuviera el mejor de los criterios a la hora de votar.</p><p>Baste decir que un reciente informe del Foro Económico Mundial predice que en el próximo quinquenio<b> la inteligencia artificial pondrá en jaque el 25% de los puestos de trabajo de todo el mundo</b>. Que el mercado laboral experimentará cambios extraordinarios en la Administración y en sectores clave para nuestro país como son la agricultura y el comercio. Pues bien, de nada de eso se habló siquiera de soslayo en el cara a cara de marras. En las dos horas que duró su mutuo despelleje, oímos hasta la saciedad lo de <b>sus relaciones peligrosas con Vox o con Bildu</b>, pero nadie mencionó ni una sola vez lo de la digitalización, en la que España se juega su futuro. </p><p>Nada de lo que es realmente importante para la estabilidad, el progreso y la calidad de vida de los ciudadanos nos ha quedado claro en esta larga, tediosa y anodina campaña electoral. Los estrategas<b> han preferido buscar el voto por la vía del rechazo al contrario</b> más que por generar entusiasmo a los proyectos propios. Han buscado el voto fácil de la inquina y del miedo en lugar de enamorarnos con proyectos que nos pinten un futuro mejor. Mucha polarización y pocas ideas. Con ese enconamiento estéril iremos el domingo a las urnas sin apenas saber lo que harán de bueno con nuestros votos Es lo más parecido a votar a ciegas.</p>