En las patatas bravas la salsa tiene la labor de despertar a las patatas, de alegrarlas. Ricas pero sosas, nuestras queridas (imprescindibles) patatas necesitan un meneo en forma de salsa. Para eso ponemos guindilla, pimentón picante y hasta tabasco.
Y así hacemos la salsa brava, un acompañamiento potente, sabroso y picante para las patatas. Pero, ¿qué ocurre si en la mesa hay algún estómago sensible? Pues que hay que prescindir del picante.
Dejamos fuera la guindilla, el pimentón picante y las gotas de tabasco. Hacerlo significa que en la disputa sobre si la salsa brava lleva tomate o no, en este caso nos queda claro: mejor con tomate, para que al menos sea sabrosa ya que no va a ser picante.
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