A veces, por desgracia, la vida real adquiere el tono y las formas de las redes sociales. No suele pasar, es cierto. Las ratas del ciberespacio viven ahí, en su pantalla, en su habitación, en su setup, en su anonimato, en su nickname. Son elementos y elementas cobardes que necesitan de un entorno propicio para sacar el impresentable que llevan dentro. Los estadios llenos o las celebraciones multitudinarias son un hábitat donde pueden llegar a encontrarse tan cómodos como cuando aporrean su teclado. De repente se ven entre la masa, acompañados por más de su especie y surge la “magia”: insultos, cánticos, faltas de respeto. Su modo de vida. Su manera de relacionarse.
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