Incendiando las calles

Francia incendiada. Israel incendiado. Estados Unidos conteniendo la respiración ante el que puede ser el último movimiento de Trump. El mundo está como está y detrás de todas esas movilizaciones hay motivos diversos, diferentes, con más o menos apoyos, pero todos con un mismo denominador común: el populismo. Sí, lo decía hace unos días el analista Pedro Rodríguez: lo que estamos viendo estos días en Francia o Israel es consecuencia del populismo. Un estilo que profesionalizó Trump durante sus 4 años en la Casa Blanca. Gobernar inventándose una realidad paralela, legislar sin escuchar a los que tienes alrededor, decidir sin buscar el diálogo, acaba así. Con la calle incendiada, con la gente montando manifestaciones que pueden acabar en graves disturbios, que se lo digan a los vecinos de Burdeos, por ejemplo: la fachada de su ayuntamiento completamente calcinada les va a recordar durante días lo que está pasando con las protestas por la reforma de las pensiones.

En la entrevista que concedió la semana pasada Macron decía que no existen 36 soluciones diferentes para hacer sostenibles las pensiones. Y puede que no le falte razón. Es complicado encontrar una solución a futuro cuando tenemos sociedades cada vez más envejecidas. Vivimos más, sí, pero no hacemos nada por lograr que las generaciones de detrás puedan o quieran formar una familia. La tasa de natalidad cae y tenemos una pirámide poblacional completamente invertida. Tener hijos es caro, carísimo, un presupuesto que no todas las parejas se pueden permitir. Menos con salarios raquíticos, alquileres por las nubes y empleos precarios. Así que, efectivamente, solucionar la encrucijada de las pensiones puede que no sea fácil, ni en Francia ni en ningún otro país. Pero si no lo explicas, si no lo cuentas, si no buscas la comprensión de quienes van a tener que sacrificarse para que las cuentas salgan, difícilmente vas a lograr el apoyo. A Macron le han faltado explicaciones, consenso, diálogo y más en un país en el que los sindicatos tienen tantísimo peso. Ahora intenta reconducirlo su primera ministra sentándose a hablar con ellos, pero puede que llegue demasiado tarde.

A Netanyahu también le ha perdido la soberbia: tenía un Tribunal Supremo que directamente le estorbaba para seguir en el poder y quería evitar que los procesos judiciales que tiene pendientes le arrollen. Así que casi, casi, se ha hecho una reforma a medida, pensando que la gente, bueno, torcería el gesto pero nada más. Pero no. La calle ha salido en tromba. Y Netanyahu ha tenido que anunciar que lo aplaza. Pide el comodín del tiempo.

Trump, el maestro de saber mover a las masas a su antojo, lleva días pidiendo que los suyos salgan a la calle para evitar su detención. No le importa si eso genera disturbios o más división. Como él mismo confesó, la imagen de él esposado es la mejor campaña de cara a su candidatura. Y ahí estamos: con las calles incendiadas.