España gana con Blanca Paloma, TVE gana con el ‘Benidorm Fest’

Ganó el poderío auténtico. Blanca Paloma era una de las mejores propuestas para Benidorm Fest. Por carácter. Por seguridad. Por interpretación. Por distinción. Por iconografía exportable. Por su capacidad de discurso. Por emoción. Emoción exacta, pues como dijo Nina al inicio: “no siempre más energía es más emoción”. Malentendido habitual en este tipo de shows. Incluso Ea ea parece lo menos “eurovisivo” en un festival que, en plano general, ha pecado en repetir demasiado en guion lo manido y más amortizado del eurofestival. No así la gran parte de los artistas que han llegado a la final, que ha sido una trepidante sucesión de canciones hechas espectáculo. Imposible quitar ojo.

El azar propició un orden de actuaciones casi redondo para la tele, colocando a las dos favoritas, Agoney y Blanca Paloma, en la disrupción del prime time, en ese instante en el que se supone que se disipa la atención de la audiencia. Aquí, al contrario, se amplificó. Y, encima, la competición se cerró con la apoteosis del ya himno Nochentera de Vicco. Energía de color rosa que contagia un buen rollo que te pone a bailar aunque no tengas un buen sábado. Perfecto como esa alegre catarsis final que deja buen recuerdo.

Una noche que ha sido una fiesta de televisión y música. Así que es el momento de que el Benidorm Fest empiece a creérselo más y relegue el síndrome de preselección eurovisiva que abusa del revival de machacones datos nostálgicos que hemos quemado por sobreuso durante los últimos años. Para ampliar audiencias, hay que aprender de la modernidad de los festivales de música veraniegos. Mientras que de Eurovisión, hay que fijarse en cómo su supervivencia ha estado unida a no vivir de las melancolías e intentar ir por delante de la técnica y la conversación social que empuja a que el show progrese.

El robustecimiento del Benidorm Fest estará en ir más allá de la burbuja eurofan y afianzar un punto de encuentro que permita conocerse entre sí a las diversidades sociales y musicales. Ser una plataforma para noveles y fanáticos de Eurovisión pero, a la vez, atraer a las corrientes artísticas que han creado comunidad con un comprometido lenguaje propio. Retratar, documentar y divulgar esa cultura musical es el servicio público que debe ejercer RTVE. Mejor si es desde un inclusivo evento en horario de máxima audiencia con una dirección artística atractiva para trascender.

La gran victoria del Benidorm Fest es que pone a Televisión Española en el centro de la conversación. Una buena televisión es la que marca la agenda pública y el Benifest representa al acontecimiento mediático que recupera públicos que vuelven a ver la tele al unísono en tiempos de multipantallas. La viven con pasión, mientras descubren talentos. En este sentido, el Benidorm Fest no tiene rival entre la audiencia joven. El futuro ya presente.

Ahora hay que optimizar el acontecimiento para que se convierta en una tradición vanguardista. Suena contradictorio, pero no lo es. Para empezar, en este año, se ha realizado mucho pequeño programa previo, que ha sido demasiado parecido entre sí. Quizá se podría centralizar tanto microstand en una producción única con contenido menos repetitivo y mejor planificado para no quedarse en un hueco “os va a sorprender”. Al final, el éxito en televisión se construye más con la paciencia que con la insistencia. De hecho, inflar las expectativas puede saturar más que implicar al público.

Y toca actualizar el guion. La buena presentación es la que es capaz de introducir lo que acontece en tiempo real y resalta la anécdota, ironía o dato que aporta al espectador a través del espectáculo del descubrimiento. La regular, la que fuerza conectores recurrentes de estereotipos sociales (lo bordaba José Luis Moreno en ‘Noche de fiesta‘ tirando de encuestas sexistas) e hila con coletillas del estilo “seguimos en vivo y en directo”. Frases que están tan incrustadas en la cabeza de tanto reproducirse que siempre vuelven. Aunque no se quiera, pues es inevitable que en una retransmisión surjan silencios raros. Pero hay un truco para remediarlo: inventarse un puñado de frases propias que sirvan como comodín, listo para recalcar un estado de ánimo o resaltar un matiz curioso hasta cuando parece que no hay nada que explicar. Lo ha hecho muy bien en la final Inés Hernand, rebajando intensidades con la comedia que escucha a su entorno y mira más al lenguaje del hoy que el del ayer. Y sin miedo a la corrosión cómplice, esa que genera poderosos vínculos porque es tan traviesa como el público. No busca la perfección, busca la conexión. “En Benidorm se vibra mucho”. Ja.

Aunque lo relevante es que el Benidorm Fest 2023 ha vuelto a ser un triunfo para Televisión Española como cadena abierta a las nuevas generaciones. Y el equipo de la cadena pública y la productora ha estado excelente en el final de la gala escuchando lo que acontecía en el escenario. No han corrido a cortar al terminar los títulos de crédito y han dejado respirar el especial momento en el que Blanca Paloma celebraba su triunfo con la efervescentre ovación de un público que ha ido expresamente hasta Benidorm. En Madrid, donde se está inmune al show por tanto show, se hubiera diluido este festival. Sacar la tele a un lugar tan icónico como Benidorm favorece la desengrasante experiencia de la convivencia entre artistas y fans. La propia RTVE lo recalca realizando las ruedas de prensa bajo el sol del balcón del mediterráneo, con el impresionante skyline de la ciudad turística de decorado real. Las galas del programa en sí todavía pueden jugar más con la luminosidad de esta ciudad en la que siempre es verano. Y con el compañerismo de los artistas cohabitando que, vayan a Eurovisión o no, verán su música inmortalizada y amplificada por la emoción del arte de la creatividad televisiva.