Debate de nivel alto

Confieso que estoy siguiendo con mucho interés y admiración el debate que están manteniendo los académicos de la Lengua en torno a la tilde que es correcto utilizar o descartar cuando escribimos la palabra solo. Creo que muchos estamos ante un dilema gramatical que despierta dudas, y, cuando escribimos con prisas – que entre los periodistas es muy frecuente –, es fácil incurrir en errores, sobre todo después de trece años de que la autoridad lingüística haya revisado la norma.

Todo lo que se refiera al español, nuestra lengua y la de tantos millones más de ciudadanos de otras nacionalidades, es importante. Y más en estos tiempos en que la informática se toma licencias que pueden inducir a errores gramaticales. El español es una riqueza que otros pueblos envidian. Y es la obligación de todos velar por la corrección y su evolución, de manera especial en una época en que incomprensiblemente asistimos a intereses por devaluarlo e incluso inducir a sus sucesores a olvidarlo.

Pero, aparte del interés gramatical y el fondo cultural en que se hallan empeñados y divididos los ilustres miembros de la RAE, reconforta asistir a un debate serio, de alto nivel, fundamentado en criterios solventes y sobre todo con educación y respeto ante los argumentos de los adversarios. Es triste que un debate de estas características se convierta en un ejemplo, quizás mejor en una excepción, a la vocinglería, a menudo soez y hasta insultante entre responsables públicos en otras materias.

Me permito sugerir a los parlamentarios, por citar algo cotidiano que nos afecta a todos, que tomen nota y metabolicen el ejemplo de la autoridad de los académicos. En definitiva, se trata del aprovechamiento de la libertad general que disfrutamos todos los españoles para opinar y para discrepar. Nada interesa menos que una sociedad de pensamiento único, como la que hemos sufrido; por el contrario, sí aprovecharla para poder contrastar las cuestiones de manera educada.