El manchego más universal de todos los tiempos después de El Quijote y de José Mota, Pedro Almodóvar, está en los medios estos días por el feroz ataque que hizo en los premios Feroz del sábado contra la política sanitaria de Isabel Díaz Ayuso. Un par de consideraciones:
La primera. Pedro Almodóvar tiene su derecho a ejercitar su crítica contra quien considere oportuno, así que dejémonos de los tradicionales linchamientos en las redes sociales.
Y la segunda, desde el respeto a que nuestro gran cineasta diga lo que le dé la gana y donde le dé la gana, también os confieso que me cansan estas proclamas de quienes aprovechan toda tribuna pública para desahogar sus fijaciones políticas, me agota el madricentrismo de creerse que la capital de España es el único sitio en el que hay listas de espera en los centros de salud –anda, daos una vuelta por Andalucía, por Extremadura o por Valencia– y me entristece la miopía que nos impide darnos cuenta de que nuestro problema con la Atención Primaria es un asunto que merece mucho más que una sucesión de soflamas.
En España hay menos médicos de los que necesitamos, les pagamos poco y además tenemos casi todos los ambulatorios saturados. Y esto vale para las comunidades gobernadas tanto por el PP como por el PSOE.
Y un último detalle de comunicación política. Ya que estamos hablando de Madrid: ¿alguien en la sala me puede explicar por qué con estos ataques feroces o con escraches como el de la Complutense de la semana pasada la izquierda castiza sigue empeñada en darle la mayoría absoluta a la señora Ayuso? Lo digo porque esta querencia al suicidio político de los camaradas de la Puerta del Sol empieza a parecerme un caso de estudio, lo que ya no sé si sociológico… o psicológico.
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