Seres vivos, no motocicletas

Dice una leyenda que nació del viento del sur, incansable como el camello y con el mismo amor del perro hacia su dueño. El caballo ha sostenido el progreso de la humanidad en su grupa: como alimento, como arma, como herramienta de trabajo y haciendo del mundo un lugar más abarcable. También ha sido y es, cuando se lo permitimos, compañero; un animal con el que establecer un vínculo único, precioso.

Cada caballo es una vida valiosa, digna de ser protegida, y eso hacen en el Santuario Winston, invitándonos a reflexionar sobre cómo se lo pagamos, porque lo que nunca debería ser un caballo es una motocicleta que revender y desguazar cuando ya no nos sirve.

Es un camino que estamos recorriendo. Cada vez mayor número de voces protestan ante el maltrato animal, también el de los caballos. Noticias como que una yegua enferma muera derrengada bajo el sol sevillano pasan todo lo contrario a desapercibidas y proliferan voces como la Lucie Crehalet en The modern rider y todos los invitados que acuden cada quince días a su programa que nos animan a replantearnos cómo los mantenemos, cómo debemos montarlos y que el respeto a su naturaleza y sus necesidades deben cobrar cada vez más importancia.

Para los que amamos a los caballos y disfrutamos montándolos, no es fácil ponernos ante el espejo y hacernos preguntas incómodas, percatándonos de todos los errores de concepto que teníamos interiorizados, de cómo sí se debería mantener y tratar a uno de estos animales y cómo no.

La relación milenaria del hombre y del caballo en países como el nuestro, más preocupados por la irrupción de la inteligencia artificial o la evolución de los tipos de interés que por solventar una hambruna generalizada o sobrevivir a conflictos armados enquistados, está evolucionando y muy deprisa. La relación entre el hombre y el caballo, que no es semejante a ninguna otra y sigue fascinando a tantos que se acercan a este animal mágicamente intuitivo, se asentará sobre unas bases más éticas o no será. Solo es cuestión de tiempo.