Germán González intenta desarrollar en ‘Sálvame‘ un informe sobre Shakira y su famosa canción. Pero, de repente, los personajes del programa se ofuscan en su aireado debate. Tanto que se olvidan de escuchar a su compañero, redactor del programa. Entonces, la realización podría haber empezado a narrar la tertulieta con planos de los personajes discutiendo en plató. Sin embargo, la imagen es astuta para dejar el sonido de la trifulca de fondo y ponerse a realizar planos a Germán, aguantando el tipo en silencio. Él, con su instinto de la televisión, desafía a las cámaras con una comunicación no verbal cargada de mordacidad. Como si del videoclip de Shakira se tratara. Pero sin necesidad de cantar nada.
Así, ‘Sálvame‘ demuestra por qué es uno de los programas mejor creados de nuestra televisión. La realización del programa va más allá de lo obvio y cuenta con la destreza de lograr una sublime crítica del show sin necesidad de mostrar a los personajes del show. Sólo basta con jugar con los planos de reacción (y zooms subrayadores del momento exacto) que enriquecen el tono de la historia gracias a que se fijan más en el matiz especial que en otra pelea de tantas en la tarde.
Porque peleas verborreicas hay muchas en televisión, pero no hay demasiados programas que las pongan en evidencia con la corrosión del poder de la imagen. Sin temor a regodearse en el improvisado sketche el tiempo suficiente para que funcione y no se quede a medio gas. Sin horror vacui a que el espectador se aburra. No hace falta llenar todo de impactos evidentes, el espectador es inteligente.
‘Sálvame‘ desprende la autoría del buen observador que es capaz de quedarse en un plano secundario, plano que no todos ven pero que es el que termina describiendo mejor lo que sucede en el plató. En este caso, dejando el conflicto de fondo mientras sólo se ve a Germán esperando a que le dejen hablar. De esta forma, el programa evidencia con la experiencia del humor visual egos de protagonistas que gritan más que escuchan. Nada que ver con el realizador que sí que escucha y aprovecha que tiene en el estudio a Germán González, hábil improvisando con naturalidad cuando sobresaltan las circunstancias del directo. Un redactor que no sólo es un redactor justamente porque cuando se pone delante de una cámara no imita la perfección que se presupone debe “tener” un comunicador y logra el más difícil todavía: intentar ser uno mismo. Porque en un plató de televisión, lleno de focos, tiempos que cumplir y otras movidas que sortear, lo más difícil es conseguir ser uno mismo.
— Falso directo (@falso_directo) January 15, 2023
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