El descalabro socialista en las elecciones autonómicas y locales y la convocatoria precipitada de elecciones en julio ha creado confusión y preocupación entre los ciudadanos y la propia actividad política, incluidas amenazas serias para la normalidad democrática que anticipan acuerdos forzados cuyas ideologías extremas no pueden por menos de causar alarma entre el grueso de la sociedad. La experiencia de estos años de agitada legislatura debería servir de experiencia para evitar, por el bien general y la estabilidad social, que algunos hechos se repitan.
Algunos políticos que lo han entendido enseguida ya se han empezado a adelantar con decisiones importantes, lo cual debería servir de ejemplo. El todavía presidente de Cantabria, el popular Miguel Ángel Revilla, se ha apresurado a anunciar que los diputados de su partido, el PRC, apoyarán la investidura del candidato del PP, que fue el que obtuvo la mayoría minoritaria, para que pueda formar gobierno sin tener que pactar con Vox, un partido cuya ideología asusta.
En Euskadi está ocurriendo algo similar con diferentes protagonistas. El PNV y el PSOE han acordado apoyarse recíprocamente a la hora de designar a los alcaldes de todos los ayuntamientos para evitar que tengan que llegar a pactos o acuerdos con Bildu, el partido que ejerce de heredero de ETA sin haber pedido perdón por los centenares de víctimas que causó esta organización terrorista de muy tristes recuerdos. Ambos ejemplos están recibiendo muchos apoyos en algunos medios y en la calle. Aunque se trata de partidos legales, tanto Vox como Bildu despiertan el rechazo del grueso de los ciudadanos que temen los extremismos que representan.
Esta preocupación ha sumado a muchos partidarios de la propuesta formulada por Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, ganador de las recientes elecciones, de que sean los candidatos que obtengan la mayoría de votos los que asuman los cargos sin necesidad de tener que realizar coaliciones ni pactos previos que en muchos casos no responden a la voluntad de los votantes. Una vez investidos ya serán ellos los que gestionen los pactos puntuales para llevar a cabo sus proyectos. No se ve sentido en que la voluntad mayoritaria de votantes se vea frustrada como consecuencia de acuerdos forzados por otros.
El caso más elocuente en esta situación es el de Extremadura, donde el ganador fue el actual presidente, Guillermo Fernández Vara, pero su victoria quedaría invalidada si la candidata que quedó en segundo lugar llegase a un acuerdo con Vox. Algunos políticos socialistas incluso han expresado en privado que su partido debería hacer lo mismo que anticipó Revilla para evitar que Vox gobierne en otras comunidades igual que ya está haciendo, y no sin muestras de que sus pretensiones no choquen con la libertad y el progreso que los tiempos exigen.
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